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Neoliberalismo buena ondita

Viridiana Ríos

Viridiana Ríos

Si Andrés Manuel López Obrador quiere terminar con el neoliberalismo, se deben tomar decisiones distintas y más estratégicas. Si no, terminaremos el sexenio nomás con un neoliberalismo más buena ondita.

El señor Presidente considera que su principal motivación es vencer al neoliberalismo económico a la mexicana (es decir, el capitalismo de cuates seudolibertarios).

En esta columna cuestiono esta suposición pues, si así lo fuera, AMLO y su gobierno estarían tomando decisiones distintas y más estratégicas. El “neoliberalismo a la mexicana” creó muchos problemas. Describo tres:

Primero, al ser implementado por el PRI corrupto, la privatización se convirtió en un negocio millonario para los amigos del partido. Se repartieron entre ellos empresas públicas que terminaron siendo monopolios privados. Así, muchos de los millonarios del 2019 son los amigos de Salinas en 1990.

Segundo, obsesionados por reducir el tamaño del gasto público a toda costa, el neoliberalismo le apostó a la creación de un Estado compensatorio. Es decir, un Estado que se limita estrictamente a atender a los pobres, y no en desarrollar sistema público de servicios de calidad para todos. Si bien dar dinero a los pobres funciona para aumentar su poder adquisitivo, ello no es ni remotamente suficiente para detonar un crecimiento redistributivo. Se necesita inversión pública estratégica que permita detonar industrias de alto valor agregado y que empodere al trabajador para extraer su justa parte de la utilidad.

Finalmente, el neoliberalismo fue incapaz de diferenciar la atracción de capitales financieros especulativos de la inversión extranjera productiva. Ello causó que el peso se volviera flanco de posibles especulaciones. La crisis de 1994 se gestó no en los hechos ocurridos en dicho año, sino en un modelo económico que les resultaba muy atractivo a los capitales golondrinos.

Por ello, me congratulo en que, por primera vez en décadas, tengamos en México un debate que cuestione el neoliberalismo. No sólo en su versión más pura (de libro de texto), sino en su versión implementada (de México en los noventa). 

Ahora bien, el problema es que las acciones del gobierno de AMLO parecen mostrar que, en realidad, su equipo no puede o no está dispuesto a verdaderamente terminar con el neoliberalismo, sino sólo a volverlo más buena onda. Esta disonancia entre el discurso y la realidad debe terminar.

Primero, si López Obrador quiere ir contra el neoliberalismo a la mexicana se debe fomentar a toda costa y siempre la competencia por medio de regulación adecuada. Erradicar el monopolio y separar por completo el poder político del económico. Esto implica, entre otras cosas, no otorgar concesiones a privados para repartir programas sociales sin competencia, no evitar la democratización del sindicato de maestros, y sí trabajar de la mano con Cofece para erradicar poderes de mercado.

Sin embargo, a veces parece que los esfuerzos actuales se concentran sólo en diversificar la élite. Dando contratos a empresas que antes no los tenían. Contratando a personas que antes no tenían contactos. Esto es más de lo mismo. Se debe romper por completo el compadrazgo en todo nivel de gobierno, lo que implica contratar a personas que no son afines a Morena si sus servicios son buenos.

Segundo, el Estado debe dejar de enfocar sus recursos en mayor compensación y centrarlos en la creación de un estado funcional. Otorgar becas es positivo y deseable. Lo mismo lo es tener programas sociales. Sin embargo, no es deseable que los programas sociales sustituyan el gasto en servicios públicos de calidad y la inversión pública productiva. Se deben tener ambos.

Sin embargo, la obsesión del gobierno actual por no hacer una reforma fiscal lo deja con los brazos cruzados o soñando con el petróleo. No hay dinero para más. Es por ello que una reforma fiscal es crítica para poder ampliar el tamaño del Estado. De otra forma, el cambio posible es demasiado pequeño y nos deja nuevamente con un Estado pequeño, pero más buena onda.

Finalmente, se deben crear mecanismos de atracción de capitales productivos, es decir, inversiones que generan muchos empleos bien pagados y que desarrollen el mercado interno. Se deben desarrollar industrias estratégicas con apoyo público, no sólo refinar petróleo. México debe ampliar su calidad educativa, incursionar en la economía del conocimiento, y exigir mejores condiciones para los trabajadores.

Si vamos a ir contra el neoliberalismo, que sea bien y con todo, no sólo para volverlo más buena ondita.

 

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