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Monofonía

María Amparo Casar

María Amparo Casar

A juicio de Amparo

En México se está acabando la polifonía en la que suenan simultáneamente múltiples voces que son, en gran medida, independientes entre sí, de importancia similar y ritmos diversos. Es más bien la música de una sola voz, una monofonía. En el mejor de los casos, una voz dominante acompañada, de cuando en cuando, por acordes disonantes.

López Obrador se ha convertido en un verdadero director de orquesta que mantiene el tiempo de la pieza y da la entrada a los instrumentos. No se trata de un director que se mantiene fiel al espíritu de la obra —el sistema democrático—, sino de uno que impone su propia versión, independientemente de la obra del compositor. Cada grupo de instrumentos del concierto democrático está contribuyendo a desfigurar las de por sí no muy robustas instituciones mexicanas. Por acción u omisión, son simples espectadores de la ofensiva contra la división de poderes, de la eliminación de contrapesos y de la concentración de poder. 

La alianza dominante en el Legislativo (Morena-PT-PES-PV) ha decidido disciplinarse a su Presidente, como lo hizo en seis décadas el PRI. La oposición, indefensa, pero no manca, ha hecho valer en pocas ocasiones su poder para vetar la voluntad del Presidente y en muchas menos para lanzar iniciativas que pudieran usarse como moneda de cambio. Respaldó las dos ternas, el nombramiento de ministros de la Corte y del Fiscal, a pesar de su cercanía con el Ejecutivo, avaló la Guardia Nacional, aprobó la ampliación de delitos con prisión preventiva oficiosa y no ha hecho mayor ruido respecto a que el presupuesto para las estancias infantiles o los refugios para mujeres víctimas de la violencia se haya congelado. Veamos qué hacen con el proyecto de ampliar la composición de la Corte. Lo único que tienen en su palmarés es haber rechazado las cuatro ternas de la CRE y la iniciativa sobre el fuero.  

Contra toda lógica, en el poder judicial el TEPJF revocó la multa a Morena por el uso de recursos del fideicomiso en favor de los damnificados de los sismos y contribuyó a la remoción de la presidenta del mismo Tribunal. La SCJN no hizo pronunciamiento alguno ante la declaración de AMLO de que había intervenido y logrado cambiar el proyecto de resolución de la propia Corte sobre una devolución de impuestos.

Los gobernadores, ni qué esperar de ellos. La soberanía de los estados en los discursos se olvida cuando del cobro de impuestos y reparto de ingresos se trata. Los gobernadores han rendido sus poderes a cambio de no cargar con la tarea de cobrarlos y de estirar la mano para que la federación les saque las castañas del fuego con los fondos extraordinarios que se otorgan todos los años “para ayudar a cerrar el ejercicio fiscal”. La soberanía tampoco se invoca respecto a la obligación de brindar seguridad a sus habitantes. Piden auxilio de la federación o delegan la tarea. Finalmente, tampoco apelan a la soberanía para atender el bienestar de la población, a través de los bienes y servicios que tiene derecho a recibir, particularmente de salud y educación. No se conocen modelos autónomos de estructuración y prestación de estos servicios que se diferencien de los sistemas educativos y de salud federales. Por el contrario, cuando la federación interviene como en Michoacán, su gobernador da las gracias por federalizar la educación: “es la mejor noticia que hemos recibido en los últimos veinte años”, dijo Aureoles el pasado 5 de abril.

Los empresarios, salvo algunas excepciones, no han alzado la voz para evitar la concentración de poder, el ataque a los órganos de autonomía constitucional, la cancelación del aeropuerto o la continuación de proyectos que consideran inviables, como el Tren Maya o la refinería. O para exigir que el Estado cumpla con su obligación de desbloquear las vías de comunicación cuando la CNTE las toma.

Los periodistas tampoco se animan a exigir explicaciones sobre temas que el Presidente prefiere evadir a través de anécdotas beisboleras. Refiriéndose a la política de Trump, se conforman con su dicho de que “hay bolas que hay que batear”. Si seguimos bateando como hasta ahora, a quien van a ponchar es a la democracia y sus instituciones.

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