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Abbey Road

Joselo

Joselo

CrockNICAS MARCIANAS

The Beatles tenían una idea genial para la portada del que se convertiría en su penúltimo disco. El working title era Everest, por la marca de cigarros que fumaba el ingeniero Geoff Emerick. Existía la idea de que los fabulosos cuatro volaran a Nepal para tomarse una foto con el Himalaya de fondo. Pero ninguno quería echarse el viajecito. Fue más fácil salir del estudio, cruzar la calle y crear una de las portadas más famosas del mundo.

Conocemos bien la imagen; hay cuatro hombres caminando, tres con barba, uno de blanco, otro de mezclilla, uno descalzo, fumando. A lo lejos se ve un vochito subido a la banqueta, es ahí donde están los estudios en los que estuvieron encerrados tanto tiempo John, Paul, George y Ringo. El traje blanco (luto para los japoneses), alguien descalzo y la placa del vocho: LMW28IF, llevaron a los fans a corroborar que Paul estaba muerto.

Para entonces, los Beatles ya no necesitaban ser más famosos, pero convirtieron a la calle que cruzaron, Abbey Road, en un sitio que todo fan de los Beatles debe visitar una vez en la vida. Y, claro, tomarse la foto cruzando. Que alguien te la tome, porque aquí las selfies no cuentan, pierden todo su valor.

Fue a Marla —la asistente personal de Rubén para un documental sobre la gira europea que estamos haciendo— a quien se le ocurrió, ¿por qué no hacer una foto de los Tacvbos cruzando la calle? ¡Y ahí vamos!

Todos llegamos por separado. Quique, el primero, fue testigo de la cantidad de turistas que querían hacer lo mismo que nosotros y de la dificultad que iba a entrañar. Hacía un solazo, como cuando hicieron la portada, allá en agosto de 1969. Lo malo es que ni nosotros ni las decenas de los beatlemaniacos reunidos contábamos con la ayuda de un policía de tránsito, como lo tuvieron los Beatles, para que detuviera el tráfico mientras hacíamos nuestras fotos.

Yo fui el segundo en llegar. Mientras esperaba, un señor argentino se me acercó para pedirme un autógrafo para su hijo, que nos había visto tocar en Mendoza. El señor tenía 70 años y estaba en Inglaterra haciendo el Tour Beatle: visitó Liverpool y, aunque un día antes ya había visitado Abbey Road, regresó para tomarse otra foto. Me contó que tocaba el bajo. Que estaba armando una banda con amigos de su edad, pero, debido a lo rucos que ya estaban, les costaba trabajo llegar al lugar de ensayo en un segundo piso. Uno de los integrantes sufría de Parkinson y lo ayudaban a colgarse la guitarra. El nombre que tenían pensado para el grupo, “Senior”, era porque todos rondaban la setentena. Al contarme lo que significaba para él estar ahí, en Abbey Road, le brotaron las lágrimas.

Mientras me contaba su historia, los turistas pasaban una y otra vez por la cebra rayada en el suelo. Escuché varios “Fuck you!” —como cinco en menos de 10 minutos—, pitidos de claxon tocados por londinenses hartos de que los turistas detuvieran el tránsito en la calle que ellos usan para ir al trabajo, a la escuela de sus hijos, al supermercado. Vi cómo unas japonesas estuvieron a punto de ser atropelladas y cómo un muchacho argentino regañaba una y otra vez a su novia porque no le salía la pose de John

Rubén llegó caminando, luego Meme en su bicicleta. ¿Qué hacemos? ¿Cruzar y ya? Decidimos hacer algo que es un clásico en nuestros conciertos: hacer el baile de Déjate caer. Tarareábamos la canción para no perder el ritmo. Fue emocionante. Al terminar recibimos un aplauso de los turistas que, sin conocernos, disfrutaron de nuestro baile. Los que nos odiaron fueron los conductores que tuvieron que esperar. Tocaban el claxon con desesperación. Londinenses: si les cae tan mal que hagamos homenaje de sus “Dioses Musicales”, por favor ya no pasen por Abbey Road y déjenla para nosotros: los millones de fans que la visitamos.

No se enojen. All you need is Love, Love is all you need.

 

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