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AMLO, Trump y Corbyn, el extraño triángulo

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Cuando se toman decisiones apresuradas y sin pensar en las repercusiones, los políticos suelen caminar hacia crisis de difícil solución. Ayer Theresa May, la premier británica, vio cómo naufragaba el tortuoso acuerdo que había construido para salir de la Unión Europea con el menor costo posible y se enfrenta a una moción de censura que puede sacarla en las próximas horas de la mítica residencia de 10, Downing Street.

La debacle que enfrenta un dividido partido conservador proviene de una de esas decisiones que se toman sin pensar en sus consecuencias. El entonces primer ministro David Cameron, para afianzar su mayoría en el parlamento convocó a un plebiscito para decidir lo que casi nadie le pedía, salvo el ala derechista de su propio partido: si la Gran Bretaña continuaría o no en la Unión Europea. Pensó que ganaría fácilmente, que de esa forma se desharía de esos grupos eurofóbicos y que consolidaría su gobierno. Contra todas las previsiones, incluyendo la baja participación electoral, sobre todo, de los jóvenes en las grandes ciudades, y en una campaña plagada de mentiras y fake news, ganó el Brexit y comenzó la pesadilla para los británicos de tratar de organizar su salida de la Unión Europea.

Desde entonces sólo han pagado costos y éstos serán aun mayores luego de la decisión de ayer. Incluso, no es descartable la realización de un nuevo plebiscito para decidir qué hacer, aunque el líder del laborismo británico, Jeremy Corbyn, quien más se beneficiaría de la caída de May, tampoco parece decidido a pelear por quedarse dentro de la Unión Europea. El costo que está pagando y que pagará aún Gran Bretaña será tan alto que hasta puede costarle su unidad territorial, con la ruptura de Irlanda del Norte y Escocia, que quieren seguir unidas al pacto europeo.

Corbyn es uno de los pocos líderes internacionales amigo personal del presidente López Obrador. Estuvo el día previo a la toma de posesión en el rancho de Palenque acompañando a Andrés Manuel. Es un personaje extraño en el mundo de la socialdemocracia europea. Es un poco populista, un poco alternativo, ha estado muy involucrado en la lucha de los mineros ingleses desde la época de Margaret Thatcher y también en la solidaridad con diversas luchas de América Latina. Hasta el triunfo del Brexit y del fracaso de personajes centristas como Tony BlairCorbyn era, simplemente, un referente del ala izquierdista del laborismo. La derechización de la política inglesa le creó un espacio en el que terminó ganando el liderazgo del partido y de la oposición legislativa y lo tiene a un paso, de seguir las cosas así, de ser el próximo primer ministro de Gran Bretaña.

​Hace poco menos de dos años, Alfonso Romo, en visita por Londres, pidió una cita con el recién nombrado líder del Partido Laborista. Le quería hablar de su candidato para las elecciones del 2018, Andrés Manuel López ObradorCorbyn no sabía ni de Romo ni de López Obrador, pero conocía, vía sus relaciones estrechísimas con los sindicatos mineros de Gales, a un personaje que vivía en Vancouver, Canadá. Era Napoleón Gómez Urrutia, quien le recomendó a Corbyn que recibiera a Romo y se encontrara lo más rápidamente posible con López Obrador

Así lo hicieron. López Obrador no habla inglés, pero no necesitó hablarlo. Corbyn habla perfectamente español: su segunda esposa, con la que tuvo tres hijos, era chilena. Se divorció y se casó en terceras nupcias, en Oaxaca, con una joven mexicana profundamente involucrada en organizaciones de defensa de derechos humanos, Laura Álvarez

Corbyn y López Obrador se hicieron amigos. Corbyn lo invitó al parlamento británico, a Westminster. Los dos se tomaron algunas fotos que subieron a redes. A los pocos meses, Corbyn y su esposa Laura visitaron México. Su anfitrión fue López Obrador. Fueron a Palenque, donde también las fotos terminaron en las redes sociales. Vueltas que da la vida: hoy López Obrador es presidente de México y Corbyn puede ser, en las próximas horas, primer ministro británico.

​Decíamos en agosto pasado, hablando de esta relación tan particular, que no sería descabellado ​imaginarnos un mundo donde Donald Trump es presidente de EU, Corbyn, primer ministro de Gran Bretaña y López Obrador, presidente de México. Un mundo con fuertes presiones proteccionistas y con discursos nacionalistas enfrentados a una realidad: la globalización, donde los tres países tienen intereses comunes. La Alianza
Atlántica está basada en el acuerdo de EU con Gran Bretaña. Trump apoyó a los sectores más duros del Brexit, que son los más conservadores de ese país, pero Corbyn, que ha aprovechado la crisis de identidad, tampoco es un europeísta declarado: quiere un acuerdo con la Unión Europea, pero con limitaciones. Pero eso le exige, por otra parte, mantener la relación especial que desde la segunda guerra sostiene Londres con Washington.

Difícilmente habrá dos personajes más disímiles que Corbyn y Trump, pero tendrán intereses comunes desde las antípodas ideológicas, lo que sólo los puede llevar a un acuerdo o a un enfrentamiento. Algo similar sucede con López Obrador. Serían las tres partes de un triángulo hasta hace poco inimaginable, pero que hoy no suena descabellado.

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