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La OMS y México: entre lo urgente y lo importante

Francisco Javier Acuña

Francisco Javier Acuña

Lo urgente es lo inmediato. Lo importante es lo trascendente. La información veraz es urgente, es fuente de confianza pública que es lo que trasciende.

El miércoles 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró pandemia por COVID-19. A partir de entonces, la voz del doctor Tedros  Adhanom Ghebreyesus comenzó a emitir mensajes de alarma: “…nunca antes hemos visto una pandemia provocada por un coronavirus”. Alternados con frases de esperanza: “…nunca antes hemos visto una pandemia que se puede controlar”.

La OMS ha seguido una estrategia informativa basada en el deber de avisar y orientar, después advertir y hasta de tener que reprochar. Así sentenció: no existe vacuna y tardará en haberlas, un alto porcentaje de la población mundial se enfermará; morirá mucha gente.

 El discurso de la OMS insiste en tres factores de la estrategia médica:

1.- Aplicar pruebas al por mayor para ubicar brotes de contagio y evitar se propague el virus.

2.- Aislamiento de pacientes y sospechosos, sana distancia y uso del cubrebocas en lugares concurridos.

3.- Infraestructura y equipamiento adecuado de centros y del personal sanitario.

Cada uno de los gobiernos han seguido rutas propias, algunos más cercanos a la OMS en el conjunto de acciones.

 En México, el gobierno Federal encomendó al subsecretario de salud elaborar y dirigir la estrategia frente al COVID-19. Desde el principio se desestimaron las pruebas a miles de ciudadanos, bajo el esquema limitado de sólo practicarlas a personas con síntomas. La contabilización de infectados, sospechosos y defunciones han propiciado polémicas, las cifras parecen inexplicables si se comparan con las de otros países de la región.

Después, la autoridad sanitaria tuvo que reconocer que sigue el modelo Centinela, el cual admite el cálculo de haber por cada contagiado confirmado unos ocho más portadores del virus. A pesar de haber dudas sobre la posibilidad de haber casos de muertes por neumonía atípica que podrían haber sido COVID-19, las cifras de muertos en México, contra las de infectados, son mucho mayores que en otros países (según las estadísticas).

En una crisis sanitaria como la que enfrentamos, ¿qué es lo urgente y qué lo importante?

Lo urgente es resolver los problemas operacionales para garantizar el control de la situación: instalaciones e infraestructura sanitaria (disponibilidad de espacios para habilitarlo); abasto de medicamentos para los pacientes y existencia de instrumental médico: camas, ventiladores y equipo de protección para el personal.

Lo importante fue y es haber construido una estrategia basada en la experiencia comparada que contemple la ruta a seguir hasta superar la contingencia. En esa estrategia se debieron establecer planes opcionales para remediar la imprevisión. En la estrategia se debió justificar la adopción del modelo Centinela, el cual implicaba no realizar pruebas por número de millón de habitantes, y su reemplazo en caso de fracasar.

Lo urgente es salvar vidas y contener los contagios. Lo importante es que se hable con la verdad para que la sociedad se sienta realmente protegida, aunque eso lleve a no conseguir que “la curva formal de contagios se aplane”.

Lo importante es el desarrollo de la emergencia, conservando la autoridad sanitaria la credibilidad pública, la generación de confianza en que se hace lo debido desde el libreto científico, no desde el “proteccionismo” que dosifica los datos adversos por temor al pánico (miedo al miedo).

Encima de la tragedia —haya el número de lamentables pérdidas humanas que sea—, sería fatal que la epidemia añada a sus efectos el resentimiento ciudadano por ocultamiento de información. La sociedad requiere información veraz. Nada dará más tranquilidad a la gente que hablar con la verdad. El derecho de acceso a la información tiene que fluir a pesar de la saturación de los operadores de la estrategia y de la extraordinaria labor para su exitosa implementación. El Inai debe servir de puente informativo entre la sociedad y la autoridad para evitar escenarios de desinformación, desesperación y caos.

 

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