Logo de Excélsior                                                        

De elecciones, guerra y diplomacia

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

El Medio Oriente se caracteriza por su volatilidad permanente y la semana que termina no fue la excepción, ya que se registraron cambios importantes en torno a situaciones delicadas. Uno de ellos fue sin duda la votación celebrada en Turquía para elegir autoridades municipales, elección que, como se ha dicho ya en esta columna, fue una repetición de la realizada en marzo pasado y que fue anulada por los tribunales. Contra la expectativa del presidente Erdogan que pretendía no perder su control de esta importantísima ciudad, el partido opositor, representado por el candidato Ekrem Imamoglu, logró un triunfo arrollador el domingo pasado, ya que consiguió vencer al candidato del AKP de Erdogan por una distancia de diez puntos que equivalen a cerca de 800 mil votos.

La aplanadora del AKP quedó así relativamente desarticulada, ya que este triunfo se suma a los conseguidos en marzo en las ciudades de Ankara, Adana, Antalya y Mersin, donde igualmente el AKP no logró prevalecer. La dictadura de Erdogan ha quedado así herida gravemente, sin que por lo pronto se pueda predecir si este quiebre significa el principio de la decadencia del actual régimen dominante, o si se trata tan sólo de un tropiezo capaz de ser superado en el futuro próximo.   

Otro gran escenario conflictivo y con capacidad incendiaria corrió por cuenta de Estados Unidos e Irán. La concentración de tropas en la zona del Pérsico, las amenazas, las trompetas que anunciaban inminente guerra y el intercambio de acusaciones escalaron de manera peligrosa. El presidente Trump arremetió con más sanciones contra Teherán, mientras que el régimen de los ayatolas anunció en respuesta su decisión de ir elevando el nivel de acumulación de uranio enriquecido a bajo nivel, como advertencia de su posibilidad de desligarse en el corto plazo de sus compromisos asumidos en el acuerdo con el G5+1 con relación a su desarrollo nuclear. En todo esto, no están claros ni la estrategia ni los objetivos concretos de Washington, ya que, como es usual en el comportamiento del inquilino de la Casa Blanca, su discurso transita desde la oferta de sentarse a la mesa de negociaciones con su contraparte iraní, hasta la amenaza de una guerra total, pasando por expectativas poco fundadas de estar estimulando un cambio de régimen en Irán mediante el uso de las sanciones extremas como artimaña para promover una rebelión popular, producto de las penurias a las que se enfrenta la población como efecto de la dureza de dichas sanciones.

Por último, otro desarrollo que atrajo reflectores en estos días fue la anunciada celebración de la reunión convocada específicamente por el yerno y asesor de Trump, Jared Kushner, en el Reino de Bahrein, situado en la costa del Golfo Pérsico. Se trató del primer paso concreto dado con relación a lo que Trump denominó desde el principio de su gestión como “el acuerdo del siglo”, a saber, la negociación que presuntamente gestionaría su administración a fin de resolver el conflicto palestino-israelí. 

Fue notable cómo se concibió la naturaleza de esta reunión celebrada los días 25 y 26 de junio. Se planteó con claridad como un evento de corte económico en el que estaría ausente de manera deliberada cualquier trato de índole política. Al parecer, Trump y su yerno, hombres de negocios a fin de cuentas, consideran que es posible poner sobre la mesa ofertas de grandes cantidades de dinero destinadas al desarrollo de las poblaciones palestinas y de algunos de sus vecinos árabes, para evadir y aún enterrar reivindicaciones políticas, como delimitación de fronteras, independencia nacional o el fin de la ocupación. Entre los asistentes –representantes de Egipto, Marruecos, Jordania y los ricos países petroleros del Golfo, junto con hombres de empresa israelíes–, las propuestas giraron en torno a proyectos de invertir en total 50 mmdd entre territorios palestinos y zonas árabes aledañas, para armar una nueva plataforma para de ahí concertar la paz. Por supuesto, esto último quedó en la nebulosa, sin una ruta medianamente clara de cómo dar el brinco de lo económico a lo político.

Los palestinos se han negado a participar en esta reunión lo mismo que en cualquier intento mediador comandado por EU, debido a que acusan a Trump de ser abiertamente parcial en beneficio de Israel. De ahí que sea difícil esperar un desenlace positivo de todo esto, ya que lo deshilvanado del plan apunta a que se trata, por encima de todo, de una maniobra propagandística más en favor de los intereses reeleccionistas del actual presidente de E.U.

 

Comparte en Redes Sociales