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La CNTE insiste, AMLO concede

Carlos Ornelas

Carlos Ornelas

La segunda reunión del presidente López Obrador con la dirigencia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, el lunes 27 de mayo, junto con el compromiso de tener citas cada 15 días, corona una brega de décadas en contra de tres gobiernos del PRI y dos del PAN. Y la que emprendió contra el de AMLO, que quizá no concluya todavía.

El Presidente acusó por escrito las demandas de la CNTE, pero implican un propósito mayor: retornar al arreglo previo al Acuerdo para la modernización de la educación básica, de 1992, que transfirió grados de autoridad a los estados, pero que resultó en centralismo burocrático. Lo que se deduce de la carta a la Coordinadora es un renacimiento del orden corporativo; claro, bajo la aspiración de que el jefe del Estado sea el árbitro supremo.

La misiva, aunque rotulada a la CNTE, se envía al conjunto de facciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación: “pongo a su consideración una vía para resolverlos [los desacuerdos]: iniciar a la brevedad una mesa de trabajo con representación del gobierno federal y de todos los sectores magisteriales, para redactar de manera conjunta las leyes reglamentarias de la nueva reforma constitucional, bajo los siguientes lineamientos generales”. Y en ellos da respuesta a la CNTE, al tiempo que perfila un régimen centralista y —tal vez— vertical.

Primero, aceptó la exigencia de la CNTE —y también del grupo que comanda Alfonso Cepeda Salas— de eliminar los mecanismos de ingreso —hoy admisión— que establecieron la reforma de 2013 y la ley del Servicio Profesional Docente y que de forma vaga refrendó la promulgada el Día del Maestro. “Previos censo y verificación por una instancia bilateral y paritaria, basificación de todos los maestros que trabajan en distintos regímenes y modalidades en el sistema de enseñanza pública, cumpliendo las normas de la ley federal de trabajadores al servicio del Estado”.

En otras palabras, adiós al párrafo sexto de la reforma reciente: “La ley establecerá las disposiciones del Sistema para la Carrera de las Maestras y los Maestros en sus funciones docente, directiva o de supervisión. Corresponderá a la Federación su rectoría y, en coordinación con las entidades federativas…”. Los estados, según la carta del Presidente, dejarán de jugar un papel en la conducción de la educación. Los parlamentarios de oposición que refrendaron la reforma de AMLO quedan colgados de la brocha.

El punto 2 de la carta ratifica el asunto: “Iniciar un proceso gradual de federalización de todas las plazas magisteriales y elaboración de un modelo de homologación salarial…”.

El texto de AMLO evita decir “pase automático”, pero el concepto prevalece. “De conformidad con la demanda futura de nuevos maestros, definir en común acuerdo, el número de alumnos por normal pública, los métodos de admisión y, a partir de ello, otorgar plazas a todos los egresados de dichos planteles educativos”.

El Presidente se comprometió a crear “Un sistema de mejora del magisterio en el que las promociones y los ascensos se realicen con base en tres criterios: antigüedad (40%), experiencia y tiempo de trabajo en zonas de marginación, pobreza y descomposición social (40%) y reconocimientos de buen desempeño en el cual participen padres, alumnos y compañeros de trabajo (20%)”.

Un triunfo histórico de la CNTE, que incluye una instantánea en Palacio Nacional con el Presidente y los secretarios de Educación Pública y Gobernación. Pero la consigna de la CNTE es cristalina: “seguirá en su lucha de defensa de la educación pública del país, así como en la democratización del SNTE”.

No me opongo a un régimen unitario y sé que no todo fue merced, pero con las propuestas del Presidente vislumbro un monopolio bipartito entre el gobierno y el liderazgo sindical. Pero sería sólo en este sexenio. El tiempo largo de la historia sugiere que el SNTE colonizará de nuevo la regencia del sistema educativo mexicano; sus líderes volverán a ser los rectores.

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