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Tomás Boy se declara a sí mismo 'de lo mejor'

El entrenador de Monarcas Morelia se define como

Carlos Barrón | 12-04-2011

CIUDAD DE MÉXICO, 12 de abril.- Es casi media noche y Tomás Boy no frena la plática, víctima de su impulso por coleccionar conversaciones de futbol. Sólo que esta vez la ha aderezado contando la relación extraña que llevó con su padre y lo ingrato que ha sido la historia con él. “Fui un gran jugador de futbol, de lo mejor que ha visto este país”, dispara mientras el ruido de los autos se hace extenso y camina a paso de tortuga a una tienda de Perisur, a la altura de un puente peatonal.

“Del futbol no tengo amigos: José Güero Aceves, Claudio Lostanau y Gerónimo Barbadillo.”

-¿Sólo tiene un amigo mexicano?

Sí, porque no me quieren. Les molesta mi forma de ser. Simplemente me doy el lugar que merezco, ¿estoy mal en decirlo? No fui popular, jugué en Tigres y no en Chivas o América, por eso la gente piensa que soy egocéntrico, pero es por la relación que llevé con mi padre.

-¿Nunca hicieron las paces?

No. Nunca nos llevábamos bien. Incluso, cuando era joven, mi madre me dijo que me fuera de la casa, que nunca conseguiría lo que deseaba estando ahí. Mi padre se llamaba Tomás, yo fui el primogénito y atrás de mí vinieron siete hermanos. Él era contador público y no quiso que fuera futbolista, fue una guerra generacional, además de que eran los tiempos de la rebelión, de escuchar a los Rollings Stones, a The Creedence. Mi papá era violento, furibundo: me pegaba con los puños; eran unas golpizas.

A falta de garantías, Boy, quien era oriundo de Mixcoac y debutó en el Atlético Español, pasó por el Potosino hasta llegar a los Tigres en 1975.

“Me fui por rebelde, por no seguir sus reglas. Compró una casa en el Estado de México y trabajaba mucho pero me fastidiaba más, siempre creyó que me manejé mal. Me gustaba traer el pelo largo, estaba en el destape, iba a las manifestaciones estudiantiles… una época de despertar. Mi papá, que me perdone Dios, no se sabía controlar y lo heredé; eso me trajo muchos problemas, salí como él: furibundo, intolerante, recio y rígido, son los mismos defectos. Escogí un camino muy duro para mi vida y mi carrera. Por eso soy así. Mi papá fue feliz sólo cuando me vio de capitán en el Mundial. Le iba a los Pumas y a las Chivas.

“Le encantaba la mentalidad de Hugo Sánchez. Me criticaba mucho porque decía que disfrutaba más pasar el balón que meterla al arco. Pero así es en este país, los hechos dictan que los ídolos son los delanteros: Horacio Casarín, Enrique Borja, Hugo… él no lo fue porque no era popular, no significa que no tenga talento pero eso tiene que ver con la creatividad, sabiduría en el juego, el enfoque al trabajo colectivo; cosas que yo sí tenía.”

-Tiene fama de arrogante.

Era famoso, pero no popular. Mi motivo para ser jugador de futbol fue ser como Héctor Chale Hernández al que nadie valora. Y otro, ser como Pelé, jugué en esa posición. No soy egocéntrico, les molesta que hable con la verdad de mí. Sé que la gente no me quiere, pero muchos ni me vieron jugar. Mi primer gol fue de cabeza, entre Mario Zanabria y Miguel Mejía Barón contra Pumas: casi me arrancan la cabeza, fue un suicidio. Me quité a seis jugadores del América en el que está catalogado como el gol del siglo en Monterrey. ¿Arrogante, de qué me hablan?”

-No es como lo quisieran todos para hacerlo ídolo.

No soy Cuauhtémoc Blanco pero soy más mexicano que el pulque. Cuando quería debutar el entrenador del Atlético Español me decía que si no me cortaba el cabello no me pondría, que me creía mucho. Les molestaba que nos gustaran las mujeres, que nos creyéramos galanes, que me llevaran en carro al entrenamiento; no me querían debutar que porque no tenía hambre; era un imbécil, siempre tuve hambre de ser el mejor del mundo.

Dice que le encantó haber sido rebelde contra toda autoridad. Era tanta su confianza que estando en las reservas se paraba a un lado del campo de los titulares y les gritaba que eran unos idiotas, que no servían para nada. Obviamente muchos le miraban con rencor.

“Yo era un chingón, una estrella. Tampoco fui como me ponen ahora, que era un secuestrador de vestidores y esas cosas. Es más, odio que me digan Jefe. Me lo puso un comentarista que decía que se trabajaba y se jugaba como yo lo ordenaba, ¡mentira!  Si lo hacía era futbolísticamente, no fue un asunto de autoridad. A mí siempre me marcaban de forma personal, ¿sería por algo no?

“Sé más de futbol que varios que están en la tele y en los campos. Más que Mario Carrillo, que Hugo Sánchez, que Héctor Eugui, pero me vale lo que piensen de mí. Te doy una frase de mi papá: ‘si los envidiosos pudieran volar nunca verías el sol’. Hice campeón dos veces a Tigres junto a una gran generación, pero nunca nos dieron el crédito que merecíamos, por eso nunca jugué en Europa. Nos veían en aquellos tiempos como lo hacen ahora con el Morelia: no nos dan respeto a pesar de que somos candidatos”.

-¿Le obsesiona un título casi como el que le reconozcan como futbolista?

De todas formas no me reconocen nada. Pueden decir que soy un buen entrenador, pero nunca dirán que soy un gran entrenador. En chat dije que me gustaría competir con José Mourinho y con Pep Guardiola, pero no que soy mejor que ellos, quiero quitarles lo salsa. Es como decir que pienso que mi estilo era como el de Zinedine Zidane, la forma elegante y pulcra, sin embargo, yo era más rápido que él.

-¿No cree que digan que sólo vive de lo que fue como futbolista?

No, ahora soy entrenador y sé lo que hago, pero nadie puede negar que fui un grande del futbol mexicano. No hay un jugador como yo en la actualidad. Me dan ganas de regresar al Parque España; ahí empecé a jugar y aprendí mucho.

¿Quién tira los penaltis?

Es una realidad que el Mundial de México 1986 apuró mucho los segundos, como si fueran los últimos en las relaciones de un vestidor. Sobre todo en el del Tri, donde los centros de gravedad se tornaban en Hugo Sánchez y su gama de pichichis en España. Sin embargo, el capitán del equipo era Tomás Boy y ahí surgió una serie de mitos sobre su espesa relación.

-¿Hugo Sánchez era su amigo?

No, pero tampoco era mi enemigo.

-¿Por qué estaba molesto con usted?

Porque es difícil aceptar que hay otro mejor que tú.

-¿Dicen que usted en el vestidor del Tri le dejó en claro, en España serás lo que quieras pero estás en México y yo soy el capitán, fueron esas palabras?

No es cierto. Lo que pasa es que a mí no me parecía tan estrella como lo era para la mayoría de los mexicanos.

-¿Podía confiar en él?

Era un delantero fantástico.

-¿Podía confiar en él como compañero, no tanto como un delantero fantástico?

¿Confiar? No tanto porque no teníamos una gran relación y su cabeza estaba en otro lado. Él sabía que estaba mal, llegó lesionado al Mundial, pero eso no le quita lo manipulador y Bora Milutinovic le tenía pavor.

-¿Usted nunca le tuvo miedo?

Jamás, ¿por qué? Mira, Hugo era tan tonto en su forma de actuar que quería ganarse a los compañeros con los que yo llevaba un año trabajando. Él llegó de España en la parte final y pidió que no estuviera en la recepción que le hicieron en el Centro de Capacitación, él lo pidió, no yo. Bora se me acercó y me dijo que me fuera a espiar a Irak con Mario Velarde a Toluca, para no estar en el Cencap. Ahí estábamos subidos en una barda para ver cómo jugaban nuestros rivales. Por más que no lo quisiera Hugo, yo, Tomás Boy, era el capitán.

-¿Hugo no se opuso a que saliera con el gafete?

Me escogieron los jugadores y Bora Milutinovic. La gente no sabe dónde se desparramó su enojo; te lo diré. Cuando vamos saliendo del túnel del estadio Azteca para nuestro primer partido contra Bélgica, voy hasta adelante como capitán y él se sale de la fila para preguntarle a Bora que por qué no había dicho quién tiraba los penales en caso de que hubiera uno. Bora lo miró casi sin importancia y le dijo, ‘está claro, los tira Tomás’. Hugo se encendió, le preguntó casi enfrente de mí que por qué yo, si él estaba en el Real Madrid y por primera vez Bora le frenó contestándole que con todo y eso, Hugo fallaba tres por temporada y yo uno en mi carrera. Fue un asunto de egos que le afectó.

-Hugo tiró un penal contra Paraguay y lo falló.

Porque justo acababa de salir yo por una lesión en la pantorrilla, pero esa fue una circunstancia, un accidente si lo deseas, el que Hugo estuviera enojado o inconforme conmigo era porque no soportaba saber que había alguien mejor que él.

Sigue la Cobertura: Torneo Clausura 2011

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