Berenice Ortega Autor

CIUDAD DE MÉXICO.

Entre la gente del auditorio, Jaime García no es el centro de atención. Algunos pasan a su lado y ni siquiera voltean a ver al pitcher de Grandes Ligas, uno que otro lo reconoce y lo saluda. Lleva una camisa de cuadros en tonos azul y blanco, un pantalón de mezclilla azul obscuro. Aquel hombre que luce un anillo de Serie Mundial hace entonces remembranza de sus inicios: “A los 15 años me fui a estudiar la prepa del otro lado, en McAllen, Texas, de ahí terminando la prepa los Cardenales mandaron a buscarme y me vieron jugar, les gusté y fue cuando firmé en 2005, fui a las ligas menores y en 2008 recibí el llamado al equipo grande, mi primer juego ganado fue contra los Dodgers”.

Jaime García estuvo en la Ciudad de México para charlar con jóvenes. Foto: Berenice Ortega

 

Son épocas de espera para el tamaulipeco: después de ocho largos años con los Cardenales, con los que ganó la Serie Mundial de 2011, tuvo un 2017 agitado, pues militó con tres equipos: inició con San Luis, fue cambiado a Minnesota, equipo con el que incluso pegó un jonrón con la casa llena, y terminó la campaña con los Yanquis, mas ahora aguarda qué le depara el 2018 en cuanto a pelota se refiere.

Mientras tanto, acude a una reunión entre jóvenes en la Ciudad de México, y se da tiempo para hacer una retrospectiva. También analiza su situación actual, más allá de su andar en el diamante.

De niño fui una persona que sufrió mucho emocionalmente porque, a pesar de que en en el diamante siempre me fue muy bien, para mí el beisbol era todo, no me sentía aceptado por nada ni nadie y debía tener este deporte para sentirme alguien en este mundo. Batallé mucho”.

El lanzador, quien tiene ya más de mil innings en Grandes Ligas, agacha la cabeza, se truena los dedos, guarda silencio unos segundos y confiesa: “Tuve muchos problemas de ansiedad, problemas de aceptación, mi identidad prácticamente estaba en el beisbol y nada más. Empecé a jugar desde los cuatro años, tanto a mis padres como a mí nos gusta mucho este deporte. Es más, yo creo que a mis padres les gusta más que a mí; siempre me inculcaron el ejercitarme, la disciplina, los buenos valores, y creo que desde que tengo uso de razón jugar beisbol era todo lo que siempre quise hacer, mi sueño más grande siempre fue poder llegar a jugar profesionalmente y qué mejor que en las Grandes Ligas”.

El sueño se hizo realidad cuando aquel joven de Reynosa tenía 21 años y se vistió con la franela de los pájaros rojos; era la primavera de 2008. Hoy suma 185 partidos, 174 de ellos como abridor, 67 triunfos y 852 ponches.

Desde niño tuve muy claro que ésa era mi meta, siempre tuve el apoyo de mis padres y, con mucha disciplina, perseverancia y el amor al beisbol, he logrado mi sueño y objetivo. Quería lograr ser famoso, tener dinero, carros, todas las cosas que te dicen que es lo que te da felicidad o paz interior y, pues, gracias a Dios, todas esas cosas que yo anhelaba desde niño las he podido cumplir. No ha habido sueño o propósito que yo me haya marcado que no haya podido cumplir”.

Y ahora que has logrado todo esto, ¿realmente has podido alcanzar la plenitud?

Tuve la fortuna de ganar una Serie Mundial con los Cardenales y he logrado mucho en mi carrera, cosas que nunca imaginé. Logré más fama, pero me di cuenta que no era lo que esperaba, el vacío que tenía seguía dentro de mí, entonces tuve que buscar una motivación más allá del diamante”.

¿Alguna vez has sentido que tu carrera podría terminar?

Sí, a los 19 años tuve una lesión muy fuerte en el codo que no me permitía jugar. El equipo no sabía que yo estaba lesionado, entonces yo tenía mucha presión por eso, y era durante ese proceso cuando tenía muchos problemas de identidad. Pasé por ansiedad y depresión, traía mucho equipaje cargando, ya vivía solo. Desde los 16 años me fui a vivir solo, y cuando pasó esto llegó un punto donde ellos se enteraron y se molestaron mucho conmigo.

¿Y qué hiciste en esos momentos?

Recuerdo que estaba en mi cuarto de hotel llorando como un niño, me hinqué y comencé a orar. Estaba mal, me estaba volviendo loco, sentía que mi vida se iba a acabar porque mi carrera en el beisbol se estaba terminando, y me acuerdo que después de ese día vi un milagro y pude volver a jugar. No solamente fui restaurado físicamente sino emocionalmente, todo dio un giro. Sin duda ganar es satisfactorio, pero esto que te cuento fue un día que marcó un antes y un después para mí, dejé la baja autoestima y todo aquello.

Jaime se abre una vez más y señala que lo que más desea hoy, a sus 31 años, no está siquiera en el diamante, no implica volver a subir a la loma en un equipo de las Mayores; el zurdo quiere contraer matrimonio.

Actualmente, el sueño más grande de mi vida es casarme. Todavía no conozco a quien será mi esposa, pero desde estos momentos le soy fiel guardándome; anhelo poder conocer a aquella persona que amaré y respetaré el resto de mis días”.

El cambio de vida que ha experimentado Jaime García lo ha llevado a tener la afanosa necesidad de compartir sus experiencias y apoyar donde hay precariedad.

Si hay algo que amo y que tengo claro es mi propósito de vida y ése es compartir y brindar a otros de todo lo que se me ha bendecido. Actualmente tengo unos proyectos en Chiapas, se trata de llevar agua potable, y mis padres me han acompañado, han visto este cambio en mí, vieron mis ganas de ayudar”.

 

Labor social

La vida de Jaime ha dado un giro drástico, como él lo describe: el rey de los deportes sigue siendo parte medular, pero, señala, la pelota ya no define su andar. Por ello, no le preocupa que hoy día sigue siendo agente libre, aunque espera seguir jugando en el mejor beisbol del mundo.

El beisbol es un deporte muy bonito, es arte, es unión. Las personas me miran, se acercan y piensan que eso soy como persona, un beisbolista, pero, eso ya no es lo que me define”, culmina.

 

cva